Hogares de trabajo.
Siempre esperamos que el día de descanso laboral recompense nuestros esfuerzos
durante la semana, nos llene de energía y nos vuelva a motivar. Las enfermeras de una
residencia geriátrica aún están a la espera de ese día, cuidando de aquellos que viven
sus últimos años al lado de ellas. La pandemia les ha arrebatado la libertad de salir de su
lugar de trabajo.
La casa de reposo ‘Señor de Nazareno’, cuyo nombre se debe a que este es el patrón de
Ayacucho, tierra de Ernestina Palomino Sulca, dueña de la residencia junto a su esposo
Daniel Arias Cerquin, fue fundada hace 21 años. Desde siempre ha buscado la excelencia
de la atención hacia el adulto mayor, y Yaneth Valdez contaba con todos los requisitos
necesarios para dedicarse a este trabajo que es, literalmente, de tiempo completo.
Yaneth, de 37 años, lleva 8 años laborando en la residencia ubicada en San Borja, y es
una de las jefas del grupo de enfermeras, junto a su colega Maritza Quiñones. Ella vive en
Villa María del Triunfo pero, desde que inició el confinamiento debido a la covid-19, no ha
podido retornar a su hogar.
Todos los días ella se despierta a las 5:00 a.m, y junto a las demás trabajadoras atienden
a los pacientes durante todo el día sin un horario establecido. Los asea, los baña, les
ayuda con sus terapias recreativas, a comer, pero sobre todo, forma un vínculo con cada
uno de los adultos mayores que ya no pueden vivir de manera independiente su vida;
muchos de ellos ya no pueden caminar, comer solos o respirar sin un balón de oxígeno.
“No tenemos el horario de atención a los pacientes porque en sí todo el día es atención a
los pacientes”, comenta Yaneth, quien al terminar la secundaria, vino a Lima a estudiar
Enfermería Técnica. “Nos damos el tiempo, un rato, para poder almorzar o para poder
atender a los familiares, para recepcionar los materiales y todo eso”, añade.
Yaneth dejó su hogar de Andahuaylas, Apurímac para residir en la capital y estudiar su
vocación, y aunque nunca planeó trabajar en una residencia de personas de la tercera
edad, se siente satisfecha al reconocer que ese fue su destino, después de trabajar
muchos años en rubros que no se relacionaban a lo que ella deseaba dedicar su vida.
Más que ofrecer un servicio de cuidado y atención al adulto mayor, ella ofrece formar una
relación con ellos mientras permanecen fuera de sus hogares, ya que deben estar bajo
supervisión profesional por su propio bien.
“La verdad, ella destaca en su calidez, sencillez (…) sobre todo, es una muy buena
persona, una gran persona. La verdad que, actualmente, ella es nuestro personal de
confianza, junto con la Sra. Maritza, de la residencia geriátrica”, cuenta la dueña de la
casa de reposo.
Cuando la enfermedad del coronavirus comenzó a expandirse a nivel mundial, Ernestina
ya mantenía conversaciones con médicos que residen en países como España e Italia,
acerca de las medidas de prevención que debían tomar con respecto a la casa de reposo,
puesto que los pacientes son población totalmente vulnerable.
“El 6 de marzo se toma la decisión de hacer todo el confinamiento del personal”, expresa
Ernestina, quien también es médico asistente de la residencia, al igual que su esposo
Daniel Arias, magíster en geriatría.
Desde ese momento, Yaneth no ha podido movilizarse de su lugar de trabajo, y en caso
tuviera que hacerlo por un tiempo prolongado, tendría que realizarse la prueba del covid-
19, que correría por su propia cuenta. Previo a la situación actual, ella trabajaba durante
la semana de forma interdiaria, pero ahora sus días de descanso se han visto vulnerados
porque realmente no se puede desprender de sus obligaciones al permanecer en el
mismo lugar donde las realiza, situación que sí podía hacer cuando se retiraba de la
residencia, teniendo el día para relajarse y retomar energías.
“No es como siempre, porque hay que estar apoyándoles (a las demás enfermeras), por
lo mismo que son los pacientes”, dice Yaneth. “Tenemos que ayudar a la compañera que
está de turno, ayudarles a darles de comer, ayudarles a llevar al baño, a asearlos…”.
Antes de esta desfavorable situación, su trabajo siempre ha sido muy dedicado y
empeñoso para con sus pacientes, estando en constante contacto, no solo con ellos, sino
también con los familiares cercanos, manteniéndolos informados de lo que necesitan
–como pañales, ropa y medicamentos-, asimismo de sus estados de salud física y mental.
Una de las pacientes con la que tiene un vínculo de mayor tiempo -5 años-, tiene 96 años
y se llama Emma Palacios Chumbiray. Su hija, María Elena Chumbiray, quien siempre iba
a visitar a su madre y ahora, lamentablemente, no puede, es testigo de la gran labor de
Yaneth como enfermera, a quien considera como un miembro más de la familia. “Hay
mucha familiaridad con ella (…) es muy amorosa con mi mami, muy dedicada y siempre
hay una conexión con ella”, confirma María Elena.
Y a pesar de que la pandemia ha provocado que se restringa las visitas de los parientes
–como también del personal externo como terapistas, la asistenta social, etc.-, Yaneth aún
trata de que la comunicación entre familiares no se pierda y sea lo más cercano a lo que
era antes. “Yaneth es la intermediaria. Hacemos video llamada con mi mami, nos manda
fotos de mi mamá, le mandamos audios”, expresa, María Elena, la hija mayor de Emma.
“Cumple un papel muy importante Yaneth, es el enlace con mi mami. Tiene un corazón
muy grande, es una súper profesional (…) es una tarea muy loable, es una tarea muy
difícil, dura, tratar con personas ancianas (…). Yo admiro la labor de Yaneth, le tengo
mucho cariño y agradecimiento, siempre se lo digo”, sostiene.
Así como el caso de Yaneth, este se repite con todo el personal que ha decidido
permanecer en el centro laboral para seguir brindando su servicio, sacrificando su tiempo
de descanso, así como también sus momentos familiares. Actualmente, aparte del equipo
de enfermería, el personal de lavandería, limpieza y cocina está viviendo allí.
Es un hecho que la vida de muchas personas se ha visto afectada con respecto a la
coyuntura, y me atrevo a decir que jamás se podrá recompensar el gran sacrificio que
hace cada individuo por salir adelante y, en el camino, ayudar a otros. Estoy totalmente
agradecida con el trabajo de todos estos años de cada una de las personas que forman
parte del ‘Señor de Nazareno’, por la calidad de vida que le brindan día a día a cada
paciente, y sobre todo, a mi abuela, a quien espero poder volver a ver más allá de una
pantalla. Y, es lamentable que el lugar de permanencia de estas personas se haya vuelto
su hogar de trabajo.
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